viernes, 2 de mayo de 2014

La Batalla de Belchite



La Batalla de Belchite, 24-8-1937
La Batalla de Belchite es una de las batallas más famosas de la Guerra Civil Española (1936-1939). La resistencia épica de los sublevados de derechas o “nacionales” en el pueblo de Belchite consiguió detener la ofensiva del gobierno de la República Española contra la importante ciudad de Zaragoza. La frenética lucha casa por casa entre las tropas de ambos bandos acabó con el pueblo completamente devastado. Belchite nunca se reconstruyó, es una memoria viva de la Guerra Civil.
Con objeto de hacer un nuevo intento de detener las operaciones de los nacionales en el norte de España, el gobierno republicano decidió lanzar una nueva ofensiva en el frente de Aragón. En esta ocasión el estado mayor republicano eligió atacar Zaragoza, con objeto de conquistar esta importante urbe y conseguir con ello aislar al resto de tropas nacionales de Aragón. La importancia de defender Zaragoza interrumpiría los ataques nacionales contra Santander y obligaría a los nacionales a desviar un gran número de tropas a la zona. Sin embargo, un pueblo cercano a Zaragoza se convertiría en el rompeolas donde se estrelló la ofensiva republicana. Su nombre era Belchite.
Tras los avances republicanos del 24 y 25 de agosto, la localidad de Belchite quedo cercada y alejada del frente nacional. Sin embargo, Belchite, localidad que por entonces contaba con unos 4.000 habitantes, no estaba dispuesta a rendirse. El pueblo en sí estaba bien defendido, contaba con varios puntos fuertes defendidos con ametralladoras, a los que se sumaban barricadas en todas las calles y defensores atrincherados en todas las casas. Al mando de la defensa estaba el teniente coronel Enrique San Martín que contaba para su defensa con unos 6.000 combatientes decididos a resistir hasta la muerte: 2.273 soldados regulares, a los que se sumaban requetés, falangistas y civiles del pueblo armados, que estaban liderados por su alcalde: Ramón Trallero.
La conquista de Belchite fue encargada por el mando republicano a dos de sus mejores divisiones: la 11ª de Líster (brigadas 68ª, 9ª y 100ª) y la 35ª del general Walter, conformada por la 32ª brigada y la 11ª y 15ª brigadas internacionales.
Los primeros ataques republicanos tenían por objeto “apretar” el cerco sobre la población, ocupando para ello las afueras de la misma y obligar a los defensores a concentrarse en el casco urbano. El 29 de agosto los republicanos conquistaron la ermita de El Pueyo, y al día siguiente el vértice Voladico y el cementerio. Por último, el día 31 se conquisto tras duros combates la estación de ferrocarril y la fabrica de aceite consumándose el cerco que constreñía a los defensores al casco urbano.
Estas primeras operaciones se complementaron con dos acciones destinadas a desmoralizar a los defensores: el corte de suministro de agua (la ofensiva republicana se había desatado en el verano y los soldados de ambos bandos tenían un enemigo común: el fuerte calor) y los primeros bombardeos del casco urbano. El 1 de septiembre, los republicanos lanzan sobre el pueblo numerosos ataques aéreos, con objeto de “ablandar” las defensas para su posterior asalto. El día 2 los republicanos toman el Seminario y lanzan reiterados asaltos contra el casco urbano. La 15ª Brigada Internacional, apoyada por varios tanques, llega hasta la calle Mayor, entablándose durísimos combates casa por casa. Debido al estallido fortuito de uno de los morteros que usaban los defensores murieron varios de los mandos nacionales, entre ellos el alcalde Ramón Trallero y el comandante Luis Rodríguez Córdova.
Al día siguiente los combates se suceden con gran intensidad, sin que los republicanos consigan avanzar más que unos metros. Los defensores nacionales luchan fanáticamente y prefieren morir en su puesto antes que retroceder. La única forma de desalojarles de sus posiciones es tomar cada casa a punta de granada. En esta furiosa lucha bajo el calor del verano y sufriendo el hedor de los cadáveres que pueblan las calles no hay lugar para la piedad y muchas veces los internacionales fusilan a los enemigos que intentan rendirse. El día 4, como medida extrema para doblegar a los defensores, los atacantes proceden al incendió de una parte del pueblo y a la voladura de varias casas. Ningún bando cede y poco a poco la superioridad numérica de los atacantes se hace notar, la mayor parte del pueblo está en sus manos y los defensores solo mantienen un puñado de reductos en torno a la iglesia de San Martín, la iglesia de San Agustín y el ayuntamiento. El día 5 los republicanos conquistan la iglesia de San Martín, el hospital, donde se capturan a 200 heridos enemigos y una parte del ayuntamiento. Su victoria es ya casi completa. Esa misma noche, 300 defensores nacionales liderados por el comandante falangista Joaquín de Santa Pau intentan romper las líneas enemigas con objeto de escapar hacía Zaragoza. Solo unos 80 lo consiguen, muriendo Santa Pau y el resto en el intento o en las afueras de Belchite.
El día 6 los republicanos se alzan finalmente con la victoria en Belchite y finaliza la ofensiva sobre Zaragoza. La conquista del pueblo les había costado más de 2.500 bajas entre muertos y heridos. Por contra, habían causando un número similar de bajas entre los defensores y habían capturado 2.411 prisioneros nacionales. Pese a todo, esta victoria intrascendente serviría mucho para alzar la moral republicana, muy dañada tras perder sus territorios en el Norte de España.
El 10 de marzo de 1938 las tropas nacionales reconquistarán la localidad.     


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